En julio pasado la periodista mexicana de Radio Universidad Jalisco, Susana Mendoza Carreño, libró la batalla de su vida tras sufrir un brutal ataque en Puerto Vallarta Jalisco, donde venía desplegando un gran trabajo de activismo y denuncia, en contra de la corrupción imperante y la protección de los recursos naturales de esa entidad, mientras que entre enero y mayo, otras tres comunicadoras perdieron la vida en ataques similares
perpetrados en Tijuana y Veracruz.
Efectivamente el 29 de enero la destacada periodista Lourdes Maldonado de Baja California, fue asesinada a las puertas de su domicilio en una colonia popular de Tijuana y luego le seguirían Sheila Johana y Yesenia Mollinedo, el 9 de mayo, baleadas afuera de un Oxxo en Veracruz.
Por si esto fuera poco, este primero de julio Cinthia de la Cruz, hija del periodista Antonio de la Cruz, asesinado apenas el 29 de junio pasado, murió como víctima colateral del ataque contra su padre, tras permanecer varios días hospitalizada.
Bajo este panorama organizaciones que defienden la Libertad de Expresión lo mismo que instituciones académicas de investigación con presencia en el país, revelan un crecimiento del número de las agresiones contra la prensa este año –y en este sexenio-, a la par del aumento en particular de ataques contra mujeres periodistas mexicanas, un tema invisibilizado en medio de las tragedias que agobian al periodismo nacional.
El más reciente reporte de Artículo 19 y otras organizaciones defensoras de la Libertad de Expresión, apuntan hacia una escalada de la violencia contra los medios y sus trabajadores este año, con al menos 18 casos de nuevos crímenes mortales, sin contar otro tipo de agresiones –como amenazas, despidos y ataques policiacos- entre enero y junio; unos 300 al menos durante el primer semestre según un informe preliminar del organismo.
Es por eso que para hablar de Libertad de Expresión en México genera un enorme vació, si las autoridades mexicanas y en cada estado del país no logran garantizar primero y antes que todo, el mayor y máximo Derecho Humano del mundo, el Derecho a la Vida.
Mientras en México sigamos contando periodistas –mujeres y hombres- muertos por vía de asesinatos cobardes y atroces, será imposible avanzar hacia la discusión y nuevos caminos para alcanzar la paz, dignidad y respeto al que todo ser humano tiene derecho.
No solo queremos libertad para escribir. Queremos vivir.
Si nos coartan la vida, será imposible avanzar en otros temas colaterales que agobian a la prensa mexicana, como la precarización, la violencia de género contra mujeres periodistas; sueldos dignos; mecanismos más efectivos de protección; leyes de protección que operen y un largo etcétera.